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El enfado en el cuadrado

La cobardía de algunas personas, sobre todo cuando es respecto a defender derechos de menores, es algo que no puedo soportar. El enfado se apodera de mí. Y me enfada porque lo veo desde mi punto de vista, desde mi vida, desde mi realidad. Cuando me abro a entender la reacción de la otra persona, todo se suaviza por dentro. Por lo que si estoy SOLO en mí y no me abro a comprender, sufro.

Sufro porque solo veo mi cuadrado de lo que creo que es verdad. El cuadrado es como una habitación que tiene la puerta abierta y del que decido no salir (a veces porque ni siquiera me he fijado en que hay una puerta porque estoy demasiado entretenido con mi cuadrado). Lo peor de todo es que me quejo de por qué me pasa esto y eso hace que todavía me enfade más. ¡Muy fuerte!

Abrirme al otro no es darle la razón o estar de acuerdo, es darme cuenta de que la otra persona está en su cuadrado y actúa desde ahí. Lo hace de la mejor forma que sabe hacerlo y al darme cuenta de esto, no me tomo sus acciones como algo personal conmigo, sino como algo personal consigo mismo/a, y le devuelvo la responsabilidad que tiene. Así, me quito cargas que no me corresponden y desde ahí tomo mejores decisiones ante lo que está ocurriendo.

Entonces, el enfado lo vivo de otra manera. Es el motor de cambio desde otro lugar en mí. Sonrío internamente y me doy cuenta del juego de la vida.

La historia no acaba aquí. Me enfadaré de nuevo desde mi cuadrado.